Yo siempre quise ser ladrona. Algunos deciden ser doctores, biólogos o abogados, yo no, a mi lo que me gusta es robar, es lo mío, en definitiva. Desde que era joven hurtaba pequeñas cosas aquí y allá, desde dulces hasta cosas realmente innecesarias para mi, como botones o hilos. Creo que a esa edad, 6 años aproximadamente, era una cleptomana potencial. Es curioso, quizá mi madre debió haber hecho algo al enterarse, no lo hizó, seguramente pensó que era cosa de niños, que en unos años me olvidaría de eso y me convertiria en una gran estudiante, impecable. No, fui una pésima alumna: irresponsable, rebelde, sin habilidades como abrir una rana, resolver problemas científicos, declamar...no, mi habilidad era diferente, yo robaba. Robaba borradores, lapiceros, plumas, dinero, celulares. Cuando te das cuenta del gran delito que es el robo, te impactas de saber que todo lo que habias robado hasta ese momento eran nimiedades. Cuando matas, robas la vida, cuando mientes la verdad, cuando callas robas el derecho de expresión, y, así, es que caes en la cuenta de lo complejo que es eso del robo. Así es que ese era mí gran alivio, mi coartada, que yo sólo robaba cosas que podían ser sustituidas, que no eran ni la mitad de lo que es la justicia, la vida, la verdad.
Siempre deseé ser carterista, gatera (por mi alter ego de puta), o ladrona de farmacias (por aquello de las drogas). Debo decir que quiero pasar una temporada en la cárcel, debido a que siempre he creído que si se quieren investigar y saber cosas, es necesario experimentarlas, de lejos no se logra mucho, aparte sería una oportunidad para conocer criminales y tácticas, y creanme, ya que he estado en un psiquiátrico, no creo que sea peor un simple criminal, a un criminal mal de la cabeza, aunque parezca extraño, hay una gran diferencia.
Hata ahora he hecho pequeños robos, estoy esperando "el gran golpe", pero quizá sea mejor seguir robando de poco en poco. Siendo carterista se obtienen buenas ganancias, aparte, si te atrapan, seguramente solo te juzgarían por un delito, porque, por lo general, las personas a las que les roban las carteras y no se dan cuenta en el momento, primero piensan que las han perdido y no suelen ir a dar por enterado a las autoridades, y, si tienes suerte, puedes sacar algo de las tarjetas, no demasiado, la gente suele resignarse de que le roben hasta cierta cantidad de dinero, pero si excedes, entonces posiblemente si iran a denunciar.
Cuando cometes crimenes, debes tener un gran poder de deducción de posibles consecuencias, para así evitarlas. Para mi el robo tiene algo de magia, es como el mago que desaparece frente a ti un par de monedas, pero, a diferencia de él, tu desapareces más dinero y generlamente no lo haces aparecer de nuevo.
Así que ha hacer magia, colegas.
Por Ann Soren Picabia, ladrona y algo más.
jueves, 21 de enero de 2010
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Hay en la vida humana un estricto sentido por colocar las cosas en tonos blancos o negros, y entonces al hablar de una apología del crimen, podría usted ser catalogada como criminal, y además loca, por esa alineación que se hace llamar el directorio de las buenas costumbres. Y al parecer eso es lo que buscas, dados los detalles que vas
ResponderEliminarsoltando en tu pequeño relato, uno puede ir definiendo el interés y la particularidad de un personaje adepto a desaparecer cosas desde etapas tempranas de la vida. Es peculiar la forma en que tropiezas de pronto, dando ciertos detalles un poco moralinos al relato, como ese de la libre expresión contrapuesto a la acción de callar. Por otro lado, esa simpatía por el chamuco que tienes, logra momentos emotivos, como al citar las ganas de irte a meter al bote; la neta yo no sé si aguantaría algo así, pero debe ser una experiencia interesante, siempre y cuando tengas conocimientos previos de defensa personal, asesorada por el mossad o algo por el estilo. En cierto momento escuché a un escritor al cual más o menos admiro, Roberto Bolaño, que en algo como la guerra y el inframundo, y nada de paz descanse, que le gustaba robar libros cuando no tenía dinero para pagarlos. Son de las pocas cosas que mi retorcida moral me permitiría robar, creo.